Vivimos en un momento decisivo en el que el futuro de nuestra economía y la salud del planeta están indisolublemente unidos. La urgencia climática, la pérdida de biodiversidad y la inequidad social plantean preguntas profundas sobre si es posible mantener un ritmo de crecimiento sin agotar los recursos naturales ni dejar a nadie atrás.

En este artículo exploraremos la estrategia conocida como crecimiento verde, sus promesas, críticas y ejemplos reales. Además, ofreceremos ideas prácticas para ofrecer un camino más justo y sostenible.

¿Qué es el crecimiento verde?

El crecimiento verde es una estrategia que persigue mantener el crecimiento económico mientras se reduce el impacto ambiental. Sus pilares fundamentales son:

• Eficiencia en recursos y costos: optimizar el uso de agua, energía y materias primas.
• Minimización de emisiones y residuos: tecnologías limpias que reducen la contaminación.
• Fortalecimiento de la resiliencia: conservar bosques, suelos y ecosistemas para adaptarse a desastres.

Instituciones como el Banco Mundial, la OCDE y la Unión Europea promueven el crecimiento verde como herramienta central del desarrollo. En América Latina se asocia con diversificación productiva y fortalecimiento del capital humano.

La promesa del desacoplamiento

El concepto clave del crecimiento verde es el desacoplamiento: lograr que el PIB siga subiendo mientras las presiones ambientales disminuyen. Para ser efectivo, este desacoplamiento debería ser:

• Absoluto: reducción total de emisiones, no solo por unidad de PIB.
• Global: aplicable en todos los países, ricos y pobres.
• Rápido y permanente: con la urgencia que exige la crisis climática.

Sin embargo, múltiples estudios, incluida la revisión del European Environmental Bureau, coinciden en que aún no existe evidencia de un desacoplamiento absoluto, permanente y global a la escala necesaria.

Críticas estructurales al crecimiento verde

Movimientos de decrecimiento y postcrecimiento advierten que el modelo verde enfrenta obstáculos profundos. Entre las críticas más relevantes se encuentran:

• Límites biofísicos: la capacidad de carga de la Tierra impone fronteras físicas al crecimiento.
• Paradoja de Jevons: mayor eficiencia puede estimular un consumo total superior.
• Externalización de impactos: muchos países ricos reducen su huella delegando la producción a países de renta baja.
• Economía circular limitada: el reciclaje nunca cubre por completo la demanda creciente de materiales.
• Tecnologías insuficientes: innovaciones verdes avanzan, pero no a la velocidad ni escala requeridas.
• Dimensión política: el objetivo de crecer a toda costa perpetúa un modelo insostenible.

De este modo, muchos opinan que el crecimiento verde tal como está planteado funciona más como una estrategia paliativa que como una solución de fondo.

Casos emblemáticos y aprendizajes

Aunque las críticas son fuertes, varios países han aplicado estrategias de crecimiento verde con logros notables:

El Pacto Verde Europeo también muestra ambición: transición masiva a renovables, electrificación y regulación para desacoplar uso de recursos del crecimiento económico.

Dimensión social y política: ¿sacrificios para quién?

La transición hacia un modelo verde plantea dilemas de equidad. Las inversiones en tecnología limpia requieren capital y capacidades que no todos los países o comunidades poseen. Esto puede agrandar la brecha entre ricos y pobres, tanto a nivel global como local.

Además, sectores ligados a combustibles fósiles o industrias intensivas en recursos pueden bloquear políticas verdes por temor a la pérdida de empleos. Reconocer estos conflictos es esencial para diseñar transiciones justas e inclusivas.

Hacia un crecimiento verde con equidad

Para avanzar sin dejar a nadie atrás, es necesario combinar visión política, innovación y participación ciudadana:

1. Diseño de políticas integrales: integrar objetivos sociales y ambientales, no solo económicos. Esto implica:

- Invertir en formación técnica para empleos verdes.
- Establecer fondos de compensación para regiones en transición.

2. Impulsar la innovación con propósito: apoyar proyectos que reduzcan emisiones y creen valor social. Fomentar la colaboración público-privada y la investigación de bajo impacto.

3. Fortalecer la participación ciudadana: promover espacios de diálogo donde comunidades locales definan prioridades y monitoreen avances. La participación activa garantiza soluciones adaptadas al contexto.

4. Consumir de manera responsable: adoptar hábitos de reducir, reutilizar y reciclar. Apoyar productos con certificaciones de sostenibilidad y economías locales.

Finalmente, es fundamental redefinir nuestra idea de progreso: no basta con cifras de crecimiento, sino con indicadores de bienestar, salud y equidad. Solo así podremos alcanzar un modelo verdaderamente sostenible y solidario, donde el desarrollo económico y la preservación del planeta vayan de la mano sin obligar a sacrificios injustos.