Vivimos una era donde la globalización no desaparece, sino que se fragmenta en silencio. Este fenómeno afecta nuestras economías, sociedades y el futuro de los mercados emergentes.

Concepto y origen

El término reducción deliberada de la interdependencia económica describe la esencia de la desglobalización: una política activa de aranceles, cuotas y restricciones que limitan los flujos internacionales de bienes y capital.

Lejos de anunciar el fin de la interconexión mundial, se trata de una transformación o fragmentación de la globalización. Surge como una opción política más que una reacción inevitable, impulsada por gobiernos que buscan recuperar el control de las fronteras y fortalecer sus economías internas.

Cifras clave en 2024-2025

Los indicadores más recientes muestran una desaceleración histórica del comercio global y un notable aumento de barreras comerciales.

Causas profundas

La trayectoria de la desglobalización no es fortuita. Su avance responde a tensiones geopolíticas, vulnerabilidades en las cadenas de suministro y un resurgir de tendencias proteccionistas.

• Tensiones geopolíticas EE.UU.-China, crisis energética en Europa y multipolaridad creciente.
• Cadenas globales de suministro vulnerables expuestas por la pandemia y realineación de proveedores cercanos.
• Nacionalismos y populismo en auge, alimentados por la pérdida de empleos y la presión social.

Consecuencias ocultas

Más allá de los debates mediáticos, la desglobalización genera impactos profundos que rara vez se discuten en público.

• Fragmentación de mercados con estándares diversos, que encarece la innovación y dificulta la producción internacional.
• Inflación estructural por autosuficiencia energética en Europa tras cortar suministros rusos.
• Retroceso en países emergentes que pierden acceso a capital, tecnología y mercados globales.
• Impacto asimétrico en industrias clave: semiconductores y manufactura sufren, mientras servicios digitales crecen.
• Desigualdad y riesgos sociales crecientes al proteger unos sectores a costa de mayores precios y desempleo.
• Debilitamiento institucional multilateral con menor interés en bienes públicos globales.

Regionalización y globalización selectiva

Como respuesta pragmática, los países abrazan la globalización selectiva emergente en varios sectores. Se reconfiguran cadenas de suministro hacia regiones más cercanas —Estados Unidos, Europa y Asia Oriental fortalecen sus bloques internos— mientras lo digital continúa expandiéndose sin fronteras.

El nearshoring en la industria automotriz de México y la relocalización de plantas electrónicas en Europa del Este son ejemplos de estrategias nacionales de autosuficiencia que buscan mitigar riesgos y asegurar el abastecimiento.

Escenarios futuros y posibles soluciones

El panorama global apunta a escenarios contrapuestos: una recesión global o el surgimiento de un orden multipolar más resiliente pero menos eficiente. La clave estará en la capacidad de adaptación y cooperación inteligente.

Entre las propuestas para una globalización regulada y más inclusiva destacan:

• Reformar organismos multilaterales como la OMC y el FMI para equilibrar intereses de centros y periferias.
• Desarrollar nuevas alianzas interregionales en América Latina y África para integrar infraestructura y tecnología.
• Crear marcos globales para la regulación de la IA, la soberanía de datos y las criptomonedas.

Conclusión

La desglobalización silenciosa no es un accidente ni una tendencia pasajera. Es la manifestación de decisiones políticas con profundo impacto económico y social.

Entender sus causas y consecuencias profundas y menos discutidas es esencial para diseñar políticas que equilibren la autonomía nacional con la cooperación internacional.

Solo así podremos construir un sistema global resiliente, inclusivo y capaz de aprovechar las grandes transformaciones tecnológicas y ambientales del siglo XXI.